Pocho La Hormiga |
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POCHO era una hormiga, pero una hormiga muy pero muy especial. Exploradora y a la vez Obrera (altamente calificada), sin mencionar, por supuesto, las tareas de organización interna de los hormigueros y las vinculadas con la capacitación de nuevos líderes comunitarios.
POCHO era una hormiga, pero una hormiga muy pero muy especial. Exploradora y a la vez Obrera (altamente calificada), sin mencionar, por supuesto, las tareas de organización interna de los hormigueros y las vinculadas con la capacitación de nuevos líderes comunitarios.
En su trabajo de hormiga, localizó
cien lugares del Gran Rosario y del Cordón Industrial donde está el
alimento y los materiales necesarios para la construcción del Hormiguero
Nuevo, el Hormiguero Grande que otros soñaron, una verdadera Patria
donde Todas las hormigas sean Hermanas.
POCHO exploraba y señalizaba los
caminos que recorría para que todas las hormigas honestas, dignas y
luchadoras se fuesen encontrando, compartiendo sus conocimientos, sus
experiencias en la construcción, sus fuerzas y todas las reservas que
empezaron a guardar cuando el Rey de los hormiguicidas pronunció aquello
de que “Hay que pasar el invierno”, (mientras aplicaba el plan invierno
eterno).
“El invierno eterno no existe, si
despertamos se va!”, andaba predicando el Pocho con su Bicicleta.
‘¡¡¡Podemos y debemos construir la Primavera!!!’ para eso usaba su
garganta y su sangre esta Hormiga ciclista que pedaleaba y pedaleaba
bajo la lluvia, contra el viento, cagándose de frío, de calor y de risa
hasta llegar a la otra punta del camino, que, para él era apenitas el
inicio de otro y otro.
El NOSOTROS de Pocho era un
nosotros mucho pero mucho más grande que el que podamos pensar y
recorrer en auto o en tren. Era un nosotros como de doscientos idiomas,
mil religiones, y millones de fiestas de cumpleaños y pesebres.
No se limitaba a las hormigas
negras, rojas, cumbieras, tangueras, grandes, medianas, pequeñas
diestras, zurdas, chuecas, NO, él cría en un mundo construido por
hormigas granito por granito, donde pudieran vivir cómodamente caballos,
grillos, perros, abejas, abogados, unicornios, dentistas, elefantes
blancos, psicólogos, pastores alemanes y de los otros también.
Y también tenía un plan secreto
para Vegetarianizar a los hermanos carnívoros e insectívoros,
especialmente a los osos hormigueros que con la excusa del
neoliberalismo, el fin de la historia y la cadena alimenticia colaboran
con el exterminio de hormigas. Pocho exploraba y señalizaba los caminos
como decía, pero mientras tanto hacía el trabajo de obrera transportando
pesadas cargas en su mochila que se vaciaba solo para llenarse
nuevamente con auténticos productos regionales.
La mochila de POCHOrmiga era algo
así como un muestrario de hojitas, semillas, boletines, afiches,
revistas, y convocatorias de decenas de organizaciones de hormigas
rebeldes y solidarias; y en un costado mate y yerba, gomines, agenda,
parches, torta asada o frita, solución y algún paquete de fideos (y una
cebolla) pa’ improvisar un guiso.
Cada cosa que sacaba iba acompañada
de una sintética, efectiva y particular explicación de los autores, sus
objetivos y su forma de organización, y por supuesto alguna referencia a
la necesidad de apoyar y/o trabajar en conjunto. Breve y telegráfico
era si accidentalmente salía rodando la cebolla: “para el guiso” (y
punto).
En un acto convocado por el
Encuentro de hormigas en defensa de la salud pública, frente al Vilela,
(antes del asesinato de Pocho), una Hormiga periodista nos contó que una
hormiguita muy chiquita que acompañaba a su mamá en el reclamo
desesperado por comida, había recibido como respuesta oficial una bala
de goma en la pancita.
Plomo en lugar de alimento, plomo
en lugar de caricias, cosquillas y mimos. Nos habló de lo tremendo de
este hecho por lo simbólico y por cómo desnudaba la perversidad y
crueldad de los planes hormiguicidas. Ignoramos en ese momento, que a
las pocas horas, un 19 de diciembre a las 18 hs, en la escuela de uno de
los hormigueros más pobres de Rosario, sucedía otro hecho cargado del
mismo simbolismo.
Esta vez no era en la panza, Pocho
no reclamaba comida para él, estaba usando su garganta como siempre,
para predicar que el invierno eterno es un verso, que podemos y debemos
construir la primavera, y exigiendo a viva voz a las hormigas que andan
con armas y sin memoria, (las que visten uniformes color azul mercenario
que es el color más triste de todos) que dejasen de matar y reprimir a
quienes deberían estar defendiendo.
La garganta de Pocho era para eso,
para intentar lo que para otros es imposible; y ahí fue el disparo, no
fue en la panza. A la pancita va cuando pedís comida, cuando gritás por
los otros va a la garganta.
Hoy pasé por una de las tantas
asambleas de hormigas, siguen preocupadas por hacerle entender a todas
las otras especies cómo era El Pocho, buscan y buscan traducir con
palabras y gestos tanto amor y compromiso, tratan de encontrar algún
sinónimo, algo que defina a ese flaco despeinado, ex-seminarista,
profesor de filosofía,
cocinero-murguero-delegadocampamentero-catequista-organizador de no se
sabe cuántos grupos de hormigas.
Si bien sigue el debate (y
seguirá), es una necesidad compartir lo que se dijo y también lo que me
pareció y quise escuchar. “Pocho era Taller de Alas de Colibríes que
canta Silvio... era un horno de pan... era el principito...parecía una
carpa para dos personas pero cuando lo conocías era un camping cincuenta
estrellas... era un despertador... un multiplicador de panes y
guisos... era como un padre... era el mate cocido calentito para el
alma... el espejo para ver todo lo que nos falta comprometernos...
Un quijote en bicicleta que no
perdía el tiempo con molinos de viento...era el cheff guisero de la
solidaridad y la cebolla... era el puente, el durazno y el país de
Benedetti pero las tres cosas juntas, era la chata que te levanta en la
ruta después de hacer diez horas dedo... era la violadesantana,
charangodejaime, violindepetecoydevechio,
bandoneondepichucopiazolayjuarez... qué sé yo era todo eso y no se fue:
Lo fueron, lo mataron, lo
fusilaron, lo empalaron, lo crucificaron como a otro flaco que nunca
anduvo en bicicleta, los mismos de siempre, los mismos que asesinaron,
torturaron y desaparecieron a toda una generación de hormigas.Y ahora
andamos con el Pocho en las calles, cargándolo en las pancartas junto a
Juan, a Yanina, a Graciela, a Rubén, a Ricardo, a Marcelo a Walter y a
todas las hormigas ejecutadas, cargándolo en las pancartas porque se
quedó sin sangre de tanto “hacer el amor” como dice Varón.
Eso sí, no era de los que se van
así nomas, no te lo decía directamente, pero algo picando dejaba el muy
gaucho. En las chapas de las chapas del techo de la escuela donde lo
crucificaron alguna Pocheada se mandó. Seguro que esa mancha ahí arriba,
el charco seco, es mucho más que eso.
Tal vez un mapa, un sueño, una
flecha que señala por dónde va a llegar el fin del invierno o
simplemente algunas tareas o notas de viaje, pero seguro que algo
dibujado, escrito o manchado dejó para todas las hormigas que formaban
ese nosotros hermosamente grande que él palpaba, sentía y construía
todos los días. Una hormiga chaqueña, conocida en el ambiente masculino
como Manolo y en el femenino como Manuel Daniel, con mucho respeto y
mucho más ternura escribió una nota que tituló:
Pocho de Ludueña al cielo. Y si lo
dicen los diarios, y si lo dice Manolo así debe ser, ahí andará Pocho
desparramando nubes con su bicicleta, sacándose el gusto de organizar
campamentos, mateadas y guisos con todos los pibes que no llegaron a
conocerlo porque “se murieron” antes a causa de Gatillo fácil, hambre,
enfermedades curables, “suicidios carcelarios”, bolsitas y submarinos, y
otros tantos accidentes del capitalismo.
El Tata Dios tendrá que bancarse
andar esquivando los piolines de las carpas y soportar celestialmente a
la más maravillosa música que es la murga ensayando hasta la madrugada,
pero, a lo mejor, podrá entenderse a través de Pocho (si previamente el
Sup de allá arriba compromete su apoyo irrestricto e incondicional a la
causa) ¿quién es el que anda regalando botellas con un velero enorme
adentro sin su permiso?
¿Y quiénes son los que cuando todos
duermen pintan las paredes del cielo de “los Ángeles de Lata, los
Chicos del Pueblo, las luciérnagas, las lucecitas, los Juanes, las
Gracielas, las Yaninas, los Cañetes, Los Perros, Los Huesos, los
Ninguneados, los Chuecos, los Lápices, las Hormiguitas, Los Murguistas,
los Ropes, los Gatos, los Peloduros, los Piqueteros de Lourdes, Las
Terribles, seguimos de pie y luchando?
(Texto incluido en el libro
recientemente publicado "Crónicas del Frenapo. El sueño colectivo
inconcluso. La lucha por la igualdad y la riqueza" de Carlos del Frade).
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